Apostar por un buen packaging se ha convertido en la clave para convertirse en una seña de identidad
Los
rompemos, los guardamos, los pegamos en nuestros corchos, los tiramos o los
reciclamos… Feos, bonitos, útiles o difíciles de usar. Aparentemente se
muestran como simples pedazos de papel o de plástico cuya única utilidad es
transportar y evitar la contaminación de nuestro producto ¿qué tienen los
envases de especial?
Incluso la persona más escéptica con las ventas y la publicidad utiliza para sus
regalos un envoltorio bonito, especial y que diga algo ¿por qué? Los expertos del marketing denominan a este fenómeno Packaging, la ciencia, el arte y la tecnología de
inclusión o protección de productos para la distribución, el almacenaje, la
venta, y el empleo.
Esta
ciencia que parece tan nueva realmente se remonta a la antigüedad. Desde
siempre ha existido la necesidad de conservar, bien nuestro cuerpo, nuestra
casa o directamente los alimentos. Sí que es cierto que, gracias a las nuevas
tecnologías, cada vez encontramos envases más innovadores que responden a una
demanda cada vez más exigente pero en esencia, siguen teniendo la misma
función: conservar.
Lo que sí ha cambiado ha sido la intención, ya que hoy en día,
gran parte del presupuesto de las marcas se destina a la investigación, diseño
y selección de nuevos envases que sean capaces de atraer al cliente hasta la
compra. En
productos que llevan mucho tiempo en el mercado y tienen competidores muy
similares, la creatividad toma un papel primordial ya que se crea una
diferenciación estética que será determinante para el cliente.
Según
Pablo O., dueño de una tienda de muebles y antigüedades, es imprescindible
envolver los productos en papel con el nombre de su tienda “Cestería Ulecia”.
Su explicación radica en que los clientes suelen reutilizar el papel para
envolver otros artículos, por lo que volverán a fijarse en el nombre de la
tienda y se acordarán de ella.
Libe Amunarriz
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